Sorpresas y heridas. En torno a «Desafiar el sentir. Feminismos, historia y rebelión», de Cecilia Macón

Por: Florencia Angilletta

Florencia Angilletta reseña Desafiar el sentir. Feminismos, historia y rebelión (2021), de Cecilia Macón. Angilletta propone efectos de lectura y saca a la luz los entrecruzamientos que se dan en un texto construido desde y sobre los afectos.


Entrar a un libro es, al seguir las huellas de los modos de leer de Barthes, leer sus “partes blandas”. Entrar a Desafiar el sentir. Feminismos, historia y rebelión por la forma misma en que está escrito, es decir construido, puede ser comenzar por los agradecimientos. Todo libro es una carta de gratitud en el que las citas son los/as invitados/as a participar del texto y los agradecimientos (muchas veces hay coincidencias entre ambos) son el procedimiento explícito en que se tramitan estas redes. En la escritura de Desafiar el sentir se pone de manifiesto el “trabajo de largo aliento” en el que se entrelazan las investigaciones y publicaciones, la docencia, el contacto con colegas y estudiantes, los intercambios intelectuales (y afectivos, desde luego) que propulsan estas escrituras. El agradecimiento como parte blanda es la caja de resonancia de las condiciones de su producción que, en este caso, son especialmente subrayadas y pueden ser un primer modo de leer o proponer una clave de lectura.

La portada del 5 de junio de 1913 del periódico inglés The Daily Mirror muestra a la activista Emily Davison tirada en el piso tras irrumpir en medio de la carrera del Derby de Epson para protestar y pedir por el sufragio femenino.

Digámoslo de otro modo: ¿Cómo leer desde el afecto un libro sobre los afectos? Ese conjunto de materiales, discusiones, cuerpos y prácticas al que llamamos, no de forma estable ni armónica, “giro afectivo”. La forma afectiva, entonces, construye este texto para organizar, a la vez, una serie de discusiones conceptuales y un “archivo de sentimientos”. Al mismo tiempo, encarna la materialidad en la cual se suceden las transformaciones afectivas que los feminismos vienen desarrollando a partir de los últimos años, entrelazados con la lucha y la conquista del derecho al aborto, seguro, legal y gratuito. No casualmente, el título pone de manifiesto esta tensión: el atravesamiento de las propias trayectorias intelectuales-afectivas (los feminismos en plural como comunidad política o modo de poner en común lo político); la historia (un proceso interrumpido y torsionado entre el pasado y el presente); y la rebelión (una expectativa que cristaliza la productividad de estas tensiones, no necesariamente al modo teleológico de un proceso y de un resultante, sino más bien ese estadio de cuestionamiento e interrogación). Desafiar el sentir es un libro, pero también es una reescritura de los efectos de lectura que Cecilia Macón produjo en las textualidades de sus colegas y de los/as jóvenes, quienes muchas veces conocieron (conocimos) estas bibliotecas a través de ella, de su arrojo y de su ímpetu y, al mismo tiempo, de los procesos activistas y políticos concomitantes a esas transformaciones epistemológicas.

Simulacro de votación de 1920 en la sede de la Liga Patriótica Argentina de Buenos Aires. Gentileza Archivo General de la Nación.

Estas escrituras se organizan tanto con los afectos que hacen posible la reescritura de la ciudadanía (de la ley), como con los modos institucionales afectados: los cambios mismos que pueden ocurrir en el lenguaje con el llamado “lenguaje inclusivo” o con las posibilidades tecnológicas a través del análisis de los memes o hashtags, por ejemplo, en ocasión de la lucha por el aborto. Los afectos puestos en juego en la escritura, en ese hecho de lenguaje. El libro hace de sí mismo ese “archivo de sentimientos” e introduce, por ejemplo, la voz de la poeta chilena Teresa Wilms Montt: “nací cien años antes que tú, sin embargo te veo igual a mí”. O cuando señala: “esto no debería estar sucediendo”, frase de Joan Didion, en Noches azules, ante la muerte impensada de su hija. O cuando precisa que Séneca Falls es un pueblo en el Estado de Nueva York con “pocos autos, árboles robustos, comercios con cartelería policíacamente controlada, un nuevo setting tal vez para capítulos extra de Gilmore Girls”.

Desafiar el sentir se organiza en cuatro capítulos: “Nosotras abortamos”, “Declarar sentimientos en 1848”, “Simular para emancipar”, “Ya es ley, el deseo inevitable”. El primer capítulo trabaja con las acciones feministas en Francia en 1970, en particular, vinculadas con los derechos de las mujeres y las distintas performances políticas. El segundo analiza desde los afectos la declaración de derechos y la militancia sufragista conocida como “Declaración de los sentimientos” en 1848 en Estados Unidos. El tercero interviene sobre las experiencias de simulacro sufragista en Argentina en la década del veinte, desde la imagen de Julieta Lanteri al emitir su sufragio en 1911 hasta la simulación realizada en 1920 por 5000 mujeres que votaron en las elecciones legislativas. El cuarto coagula los análisis a partir de las intervenciones de la lucha y conquista por el derecho al aborto, legal, libre, seguro y gratuito en la Argentina, y la constitución de la llamada “cuarta ola”, con las generaciones más jóvenes de feministas.

En Mendoza, una mujer joven participa del simulacro de votación en 1920, vestida de blanco, color elegido por las sufragistas. Gentileza Archivo General de la Nación.

La estructuración formal de los capítulos muestra tensiones que son genealógicas en el “giro afectivo”, que son los modos de leer en tanto operaciones de cruzar materiales culturales y políticos (fotografías, programas televisivos, documentos, leyes, literatura, cuerpos, vidas, hashtags, memes, teorías), geografías (Francia, Estados Unidos, Argentina) y temporalidades (1970, 1848, 1920, 2018). Desde la forma de cada capítulo se interviene en los afectos, no como instancias distintas de la acción (la discusión sobre su supuesta pasividad), ni en la dicotomización razón/pasión (los modos supuestos en que ciertos afectos masculinos producen ámbito público, mientras que otros femeninos codifican ámbito privado). Son los tejidos temporales en tanto operaciones de lectura que alteran las relaciones clásicas y lineales entre pasado, presente y futuro. Un cambio: no es que primero se trata de sentir y después hacer, sino que sentir es hacer, o al menos, incluye una dimensión performativa del hacer. De cómo “hacer cosas con palabras” a cómo “hacer cosas con sentir”. Leemos en Desafiar el sentir:

El orden cisheteropatriarcal se legitima a través de una configuración afectiva que se pretendía inalterable. Comenzando por el clásico gesto que adjudica emociones y pasiones desestabilizadoras a las mujeres y el arma productiva de la razón a los varones, la matriz opresora se continúa con el abismo establecido entre pasiones políticas masculinas –valentía, ira, orgullo– y las consideradas nimias –básicamente, la sentimentalidad–, adjudicadas a las mujeres. (Macón, 2021: 13)

Si Desafiar el sentir es una reescritura de los afectos, que son tanto el motor de los feminismos como los modos de leer nuestra propia vinculación con ellos, y las formas en que la historia puede estar atravesada por la rebelión, una de las apuestas de lectura que produce este libro es la de agencia afectiva feminista. La agencia como una forma de introducir una dimensión que altera las clásicas lecturas en torno a los dispositivos de dominación y resistencia. Así incorpora como reescritura los modos de leer los afectos (y efectos) que produce el “giro afectivo” en los feminismos: ¿dónde está la acción?, ¿dónde reside la potencia?, ¿qué es un acontecimiento?, ¿cómo se altera la escisión moderna entre lo público y lo privado?, ¿qué implica leer desde los afectos?

… desde sus comienzos los movimientos feministas entendieron que el camino hacia la emancipación requiere alterar esa configuración para generar otras posibles […] Lo que se pone en funcionamiento aquí es una agencia afectiva específica donde los afectos no son meros disparadores de la acción, sino que señalan una relación tensionada aunque productiva en términos de capacidad de acción entre afectos y emociones. (Macón, 2021: 13)

La agencia afectiva no implica exhibir un orden afectivo más auténtico o espontáneo –como pretenden ciertas versiones del giro afectivo–, sino inventarse una configuración nueva: intervenir los afectos, más que nutrirse de ellos. […] Lejos de una concepción en la que los afectos son causa de la acción, la agencia afectiva supone la refiguración del orden afectivo como efecto y como causa. (Macón, 2021: 35)

En la primera página de la introducción aparece una palabra que puede ser un modo de leer estas partes blandas y que también evoca algo de la colorigrafía de la tapa realizada por Pablo Font: “sorpresas”. Si en algún punto, una escritura aloja lo que se espera, una reescritura podría incluir además lo inesperado, pero no meramente como la inversión o la contra, sino justamente por las sorpresas que acontecen en la producción misma de esa reescritura. Esas sorpresas son, en buena medida, esta colección de “archivos de sentimientos” que propone este libro, lejos de un manual o de hitos de los feminismos, en la decisión afectiva (que nunca es anti-intelectual) de estos cuatro cortes organizados por las luchas sufragistas y las luchas por el aborto como modos de reescribir la ciudadanía.

Otra de sus apuestas es releer la ciudadanía a partir de los modos en que los afectos no son una cosmética o un complemento sobre el orden cisheteropatriarcal, sino la forma misma en que se produce ese orden y sus divisiones: público/privado, trabajo/labor, valor/invisibilización.

La distinción entre afectos masculinos y femeninos es la que instituye la dicotomía entre una esfera pública y una privada. (Macón, 2021: 48)

No es que se hayan asignado los afectos femeninos al orden privado y los masculinos al público, sino que la distinción entre el orden público y el privado fue constituida a través de la asignación de afectos femeninos y otros masculinos. (Macón, 2021: 75)

Así también, esta operación se construye a partir de las conexiones temporales que desafían el sentir de la historia y sus rebeliones.

Se trata de un archivo de demandas que sostienen la continuidad del presente con el pasado de modo tal que no hace del último ni una instancia remota, aunque pendiente de resolución, ni un trauma estrictamente presente, sino un contacto fugaz, pero carnal y afectivo, por medio de la presencia de quienes son introducidas en tanto activistas insistentes más que como sobrevivientes o figuras casi fantasmales. (Macón, 2021: 201)

En las últimas páginas está escrita la palabra “herida”. Esa resonancia puede abrirse, en al menos, dos dimensiones. En “El movimiento hacia la emancipación de la mujer en la República Argentina”, la dirección de la revista El Mundo escribe antes de la publicación de un texto de Alfonsina Storni: “El voto de la mujer ya no parece una utopía y grandes repúblicas lo consideran como un medio, acaso el mejor, de moderación social en estos momentos de peligro para la democracia. Alegrémonos de que nuestras compañeras del hogar puedan contar con nuevos campos y medios para traernos un poco más del sólido caudal de su inteligencia y experiencia y sobre todo del inmenso poder de sus sentimientos”. Este texto es releído de forma distinta después de Desafiar el sentir, cuyo dispositivo hace resaltar estas palabras: “el inmenso poder de sus sentimientos”.

Activistas homenajeando a “La mujer del soldado desconocido” en el Arco de Triunfo en París. 26 de Agosto de 1970.

Respecto de la otra dimensión, en el primer capítulo del libro se analiza como performance la puesta en escena en 1970 en Francia, en El arco del Triunfo, para homenajear a “la mujer del soldado desconocido”. El 2 de abril de 2022 se cumplen cuarenta años de la guerra de Malvinas. Después de la lectura de Desafiar el sentir, cabe preguntarse por los afectos y los feminismos que acompañan ese día. Quizás la tensión, a lo sumo, se pose sobre las figuras públicas, como las enfermeras, las mujeres que estuvieron cerca de la “escena” Malvinas. Pero la pregunta que nos queda es quiénes recuerdan a las mujeres de los soldados desconocidos. Las desconocidas últimas. Lo que siempre cuesta tanto leer como “público”.

Quizás un libro que funcione como una reescritura sea en definitiva eso. No uno que solo empieza y termina en el afecto con el que dice lo que dice, sino aquel que, en tanto “archivo de sentimientos”, produce efectos de nuevas lecturas. Es decir, produce otras escrituras, otras miradas. En Desafiar el sentir también hallamos esa generosidad: la de un texto que va a producir más textos y conversaciones porque, en definitiva, afecta y desafía. Sorpresas y heridas.


Macón, Cecilia. (2021). Desafiar el sentir. Feminismos, historia y rebelión, Buenos Aires, Omnívora Editora, 256 páginas

Así en la tierra como en el papel Laerte-se: historia de una construcción identitaria

Por: Guillermo Portela

Después de 58 años entre lápices y pinceles, el dibujante brasileño Laerte Coutinho tomó la decisión de declararse como mujer transgénero. Un proceso repleto de preguntas que plasmó en sus dibujos e historietas y que, una década después de ese cambio, es narrado en un documental titulado Laerte-se (2017).


Laerte-se, el documental dirigido por Lygia Barbosa y Eliane Brum, cuenta el proceso de su cambio de género, la relación con su cuerpo, el trato con su familia, las presiones sociales y, lo que entendemos que atraviesa de principio a fin el relato, la representación que escoltó desde sus tiras cómicas y que podemos pensar como un acto performativo que antecede el cambio personal que Laerte alcanzó.

Este artista paulista nació en 1951 y desde los 17 años supo que era gay, pero se ocultó para que nadie lo viera porque, como ella cuenta en una entrevista a Daniel Enzetti (2015), “estaba aterrado y pendiente de lo que podía decirse a mi alrededor”. Se casó tres veces, “siempre con mujeres”, pero “todos los matrimonios terminaron más o menos por lo mismo. Buscaba hombres un rato, y después volvía a casa, a seguir actuando de jefe de familia”.

Laerte se coloca en el lugar del sujeto que crea arte, que produce un lenguaje, y ocupa simultáneamente tanto el lugar del que mira como el sitio del propio cuerpo que es mirado. Así, la capacidad performativa de su lenguaje y de su dibujo es constructora o visibilizadora de una identidad subalterna en constante edificación.

Muriel, la delantera

Para Laerte Coutinho, su proceso de transformación comenzó el año después que murió su hijo Diogo de 22 años en el Carnaval de 2005 en un accidente automovilístico. En este trance, sus dibujos también funcionaron como terapia y reconstrucción hacia el pasado, como una relación contrafactual con su hijo que ya no estaba. En una tira, Laerte, con su nueva apariencia lo menos caricaturizada posible, dialoga con el joven y logra decirle lo que no había podido, “desde que te has ido he cambiado un poco”. “Eso es bueno” (“isso é bom”) le contesta Diogo.

Con una nueva apariencia, la artista reflexiona y se cuestiona en voz alta: “La muerte como disparador, es horrible” (0:17:21). Pero luego del fallecimiento de su hijo, tomó la decisión de declarar públicamente que era una travesti y poco después se calificó a sí misma como transgénero. “Basta, voy a ser mujer. Voy a emprender este viaje” (0:15:08).

De tal manera, daría la impresión que el efecto identitario que se le puede reclamar al arte, y a las tiras cómicas en este caso, en tanto que discurso más descontracturado pero no menos legitimado, tiene que ver con la supuesta posibilidad de materializar como presencia aquello que crea a través de la imaginación y dispone la construcción de la “otra historia de la historia” (Mansilla Torres 2006, 131). El dibujo de Laerte materializa lo que ya no es, pero también aclara que “no necesitamos olvidar la cara que tuvimos” (0:15:12), y se muestra con pelo corto y una sombra de barba. Del mismo modo, su arte anticipa lo que está por venir: “el personaje (Muriel) era mi delantera” (0:18:16), murmura como en un pensamiento en voz alta.

Hugo Baracchini que se publicó originalmente en el cuaderno de informática de Folha. De St. Paul, es una de las principales creaciones de Laerte. Este personaje es un hombre común,

es un ejemplo de la raza humana, no muy ejemplar. Los grandes temas como la vida, la muerte y el sexo lo llenan de dudas. Pequeños temas también. Tiene un coche, una novia llamada Beth y una computadora. Por cierto, las computadoras y todo lo que sucede en el mundo de la informática y la tecnología (y cómo afecta la vida de las personas) son el trampolín para las tiras de este. (Laerte 2005)

Hugo comenzó a mudar en Muriel, “abandonando su existencia como un hombre con simples problemas existenciales para sumarles gradualmente los conflictos de una persona crossdresser, primero, y transgénero después” (Brodersen 2017). Muriel fue espejo de los conflictos propios y ajenos e instaló en la sociedad brasileña una mirada humorística e incorrecta sobre la condición trans.

Laerte vive su identidad transgénero como una construcción cultural y percibe, al igual que Judith Butler, que la performatividad del lenguaje es la “práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra” (2010, 18). Por esto mismo, para ella, las identidades sexuales se edifican y “son convenciones, son posibilidades, son lenguajes” (1:19:11).

Ahora bien, podemos agregar que la potencia del discurso, y el dibujo en este caso, residiría en su capacidad de otorgar su constitución con profundo significado simbólico, social y emocional. Pero Butler también considera “que el discurso mismo es un acto corporal con consecuencias lingüísticas específicas” (2007, 31), donde el cuerpo “adquiere significado dentro del discurso solo en el contexto de las relaciones de poder” (2007, 193/194). Laerte entiende que ser humano es una tendencia, y la cuestión del género “no es algo creado por Dios…entonces pued[e] rever todo” (1:20­:26). En tal caso, desde su cuerpo y dibujos, discute las relaciones de poder que obligan a definiciones identitarias sexo-genéricas estancas: se es hombre o se es mujer. Así, esta artista gráfica vive su identidad como una construcción cultural que puja por una libertad en constante creación.

El cuerpo

Ante esta nueva faceta, la relación con su cuerpo es un dilema que aún parece no resolver. Cuerpo y vestimenta es la carta de presentación frente al otro, y esto genera una suerte de lucha entre apariencia personal y lo que los demás esperan de cómo debe verse uno. Diana Taylor recuerda que la “performance ofrece también una manera de generar y transmitir conocimiento a través del cuerpo, de la acción y del comportamiento social” (2012, 31).

Laerte no se ha operado los pechos o cualquier otra parte del cuerpo; tampoco ha tomado hormonas. Ella comprende que “un cuerpo rara vez está resuelto para siempre” (1:33:49). Tampoco los dibujos están libres de constantes cambios, y siente que no logra pasear su cuerpo con serenidad en una sociedad materialista.  La cirugía de mamas es un tema que la inquieta. De alguna manera, entiende que los pechos “son un documento” (0: 51:16) que la precede. Para explicarlo recurre a una escena de la película Un hombre llamado caballo. Allí, un individuo con claros rasgos anglosajones, representado por Richard Harris, debe probar su disposición y someterse a un martirizante ritual que le garantizará su pertenencia a la tribu indígena. La tortura consiste en clavarle dagas en los pechos y colgarlo de ellas sobre el fuego. La cicatriz, que se perpetuará en su cuerpo, será la marca visible del compromiso y la pertenencia para con la tribu. En igual medida, la cirugía de mamas sería para Laerte una marca de compromiso con aquello que se espera de una mujer transgénero. Presentarse en sociedad así, con vestidos floreados y rubor en las mejillas, con una escueta cadera y sin pechos, es una ruidosa ruptura entre lo que uno es y lo que los otros esperan que uno sea.

No obstante, la artista brasileña no hace caso omiso a la controversia y se debate entre cuatro verbos a la hora de decidir la cirugía de mamas: querer, poder, necesitar y deber. Los tres primeros verbos dependen de ella: ella quiere, ella puede, ella necesita. El cuarto verbo, deber, la perturba especialmente porque depende de los demás, ella se pregunta: “¿Y el deber?… siempre escucho a la fascista hija de puta señalándome y preguntándome: ¿y los pechos?” (0:51:00). Laerte entiende perfectamente que la identidad y

la formación de un sujeto exige una identificación con el fantasma normativo del «sexo» y esta identificación se da a través de un repudio que produce un campo de abyección, un repudio sin el cual el sujeto no puede emerger. (Butler 2010, 20)

Asimismo, los señalamientos que menciona Laerte no son exclusivos de los sectores más conservadores. En relación con esto, Butler (2010) recuerda que las necesidades de “coherencia” en las identificaciones del género van a producir repudios cuando estas se problematicen o se tornen “ambiguas” y poco aprehensibles.

Así, “hasta mismo los que aceptan su lado ‘travesti’ van a tener dificultades en aceptar ese ‘ganar’ y ‘perder’. identificaciones” (Pinto Fernandes de Azevedo 2011, 9). De esta suerte, Hugo Baracchini puede ser Muriel y volver a ser Hugo, tanto como Laerte puede ser el (abuelo) de su nieto, el padre de sus hijos y volver o, mejor dicho, nunca dejar de ser una mujer transgénero.

En este contexto, cuerpo y apariencia se convierten en algo que excede la pertenencia de lo propio. Es un anuncio que difunde una identidad en tanto subjetividades que se construyen en la mirado del “otro”.  Por consiguiente, las modificaciones que se ejecutan sobre el propio cuerpo influyen transformaciones sociales que condicionarán la relación de este con el afuera. “El cuerpo, por tanto, se presenta como un medio de comunicación y expresión, a través de la cual cada individuo expresa sus gustos e intereses” (Conceição de Oliveira/ Zago 2018, 8).

Por otro lado, como menciona Inácio dos Santos (2010), la identidad está signada por las diferencias que tienen las marcas concretas que ayudan a identificar, en las relaciones con el “otro”, quién es, por ejemplo, mujer y quién no. Entonces la construcción de la identidad es tanto social como simbólica, y la puja por afirmar una u otra identidad o las diferencias que las rodean tienen causas y consecuencias materiales concretas. Por lo tanto, el sexo no solo determinaría una norma,

sino que además es parte de una práctica reguladora que produce los cuerpos que gobierna, es decir, cuya fuerza reguladora se manifiesta como una especie de poder productivo, el poder de producir – demarcar, circunscribir, diferenciar – los cuerpos que controla. (Butler 2010, 18)

Laerte sabe de las reacciones que genera su apariencia porque, como ella menciona, nadie puede “dejar el cuerpo de lado, pero tampoco se puede resumir todo al cuerpo. Es central pero no es todo, porque si fuera todo aceptamos la biología como único norte” (0:29:30). Con pinceladas de humor y algunas muchas críticas, Laerte ensayó, pensó, discutió y trabajó su cuerpo en el cuerpo de Muriel y Hugo. La precede una fe en el poder performativo de la escritura y el dibujo que le permite “no solo producir un efecto desde la acción que construye, sino también y sobre todo instaurar una realidad que, antes de su ejecución, era virtualmente inexistente” (Aguilar 2004, 4). Por otro lado, entiende mejor que nadie que la profesionalización del dibujo y la escritura, es decir, la tarea creativa y de expresión acotada a los mandatos del mercado, “es la construcción de pequeñas jaulas y límites” (0:20:26). Sin embargo, en su vida, el tema aún no está cerrado del todo, porque si quiere, y puede, y necesita, entonces tal vez deba.


Bibliografía

Aguilar, Hugo. “La performatividad o la técnica de construcción de la subjetividad”. Universidad de Río Cuarto, (2004).

Brodersen, Diego. “Mudar de vida”. En Página 12 “Cultura y Espectaculo” 17 de julio (2017).

Butler, Judith. El género en disputa /El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Paidós, 2007.

Butler, Judith. Cuerpos que importan: Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Buenos Aires: Paidós, 2010.

Conceição de Oliveira, Gabriel y Zago, Luis Felipe. “Muriel Total: corpo e gênero nas charges de Laerte Coutinho”. En Intercom – Sociedade Brasileira de Estudos Interdisciplinares da Comunicação 41º Congresso Brasileiro de Ciências da Comunicação – Joinville – SC – 2 a 8/09/2018, pp. 1-15.

Enzetti, Daniel. “Una artista con la falda bien puesta”. En Infonews 20 de julio, (2015).

Inácio dos Santos, Virginia. “Identidade e diferença”. En Mandragora Vol. 16, nº. 2010, pp. 115-117.

Laerte. Hugo para principiantes. São Paulo: Devir Livraria, 2005.

Lygia Barbosa y Eliane Brum. Laerte-se. Brasil: TrueLab para Netflix, 2017.

Mansilla Torres, Sergio. “Literatura e identidad cultural”, En Estudios filológicos n.41 Valdivia septiembre, (2006), pp. 131-143.

Maximo, Carlos Eduardo. Compreensão de professoras da educação infantil acerca da constituição da identidade de gênero da infância. Itajaí. Dissertação (Mestrado em Psicologia) Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul. 2000.

Pinto Fernandes de Azevedo, Adriana. “Dibujando con transgresión en Latinoamérica”. IX Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, (2011).

Taylor, Diana. Performance. Buenos Aires: Asuntos impresos ediciones, 2012.